frasemia

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viernes, 15 de marzo de 2013

EL MUDO (CUENTO)





El Mudo, como solían llamarle creció en el caluroso puerto de Manzanillo. Era un tipo alto y delgado, caminaba algo chueco y llevaba siempre una mueca en la cara. Nunca tuvo un trabajo formal y la gente de la colonia lo empleaba para tareas de mantenimiento bastante sencillas. Un día se lo veía arrancando la hierba que crecía en el panteón y al día siguiente estaba pintando las casas de los vecinos, de este oficio tomó la costumbre de pintar sus huaraches con el color que estuviese trabajando, así que por las empinadas y empedradas calles  solían verse pisadas multicolores y la gente decía:
—Por aquí paso el mudo.

Aprendió a manejar la bicicleta para repartir tortillas, pero este trabajo le duró muy poco, pues no era bueno para llevar las cuentas y Don Esteban, un viejo malhumorado que vivía de su pensión siempre lo atarantaba con el “vuelto”.
El mudo creció en la colonia Bellavista, desde la cual podía verse el mejor atardecer en aquellos tiempos, cuando la laguna de Tapeixtle abarcaba casi todo el ancho de la bahía. Por las tardes se juntaba con sus hermanas y algunos amigos para ir a pescar a esta laguna. Por lógica no podía articular palabra, pero usaba una infinidad de ademanes y balbuceos para poder comunicarse. —“Gongon” me decía mientras acomodaba la atarraya dentro de su morral.

El Mudo me caía bien, salvo por aquella vez que con señas me llamó para enseñarme “algo” que tenía en una caja, de haber interpretado mejor sus movimientos hubiese sabido que me dijo —Hazte tantito para atrás, no te vaya a morder. Pero no, no lo hice, cuando abrió la caja saltó hacia mí un animal, mezcla de mapache y zarigüeya que ni tarde ni perezoso acomodó sus dientes en una de mis piernas. Ah que pinche mudo.

Una noche la casa de doña Hortensia empezó a incendiarse, los vecinos alertados ante tal situación empezaron a acarrear agua desesperados, parecían cucarachas en quemazón.          — ¡Ándale mudo, ayúdale a don “Cande” con los botes de agua. Le gritaron los vecinos , y en efecto, el mudo se acomidió a ayudar como buen samaritano, tomó uno de los baldes de agua que traía don Cande y a duras penas lo pudo levantar, se dio media vuelta solo para darle tremendo baño a doña Cuca, una octogenaria que tiempo después falleciera por una misteriosa neumonía.

— ¡Ay mudo!, Le dijo doña Cuca. —si quisiera bañarme… ¿Tú crees que andaría acarreando baldes de agua a media calle? Ah que pinche mudo.

Cierto día, según cuentan los vecinos se apareció en la colonia una camioneta de la que en aquellos tiempos se conocía como “Policia Preventiva” Estuvo rondando a vuelta de rueda por las calles, hasta que se toparon con el mudo. Uno de los uniformados se bajo del vehículo y le pregunto —Oiga “vale”, ¿No es usted el que andamos buscando? Y el mudo siendo mudo pues no pudo contestar. Se bajaron dos policías más, los hostigaron unos minutos y después  uno de ellos dijo: —Súbelo, ya dijo la palabra clave.
Y desde entonces nunca más se volvió a ver al Mudo. Ah que pinche mudo, que buenos recuerdos nos dejó.

Presentado en el Centro Cultural Xavier Villaurrutia
9 de marzo del 2013.
 México Distrito Federal.

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