frasemia

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domingo, 24 de marzo de 2013

DESPERTAR




Duermo para encontrar el refugio de los ayeres,
donde regresas cada día, cada noche,
cada tres soles o cada cien lunas,
tu sombra ilumina el naufragio de mi vida
mientras tu voz resuena en las oquedades del tiempo,
jugueteas entonces con la espuma de mis olas,
con mis rizos de viento y con mis manos de alfarero,
revolotea tu risa en las hebras de mi corazón
haciendo brotar de cada fibra una melodía,
caminas descalza sobre mi pecho de algodón
leyéndome un libro lleno de constelaciones,
pero regresa la pesadez de mi cuerpo
y la gravedad me hunde en el infierno cotidiano,
 y te pido que me abraces,
que me abraces con tus brazos de primavera,
y te pido que me beses,
que me beses con el verano de tu boca,
me desprendo poco a poco de tu cuerpo
mientras tus raíces arrancan trozos de mi alma,
y aun así te despides con esa sonrisa que delata tus colmillos,
y yo, de nuevo con tu ausencia, 
soñaré despertándome contigo.


Presentado en el Centro Cultural Xavier Villaurrutia
23 de marzo del 2013
 México Distrito Federal.

viernes, 15 de marzo de 2013

MÍRAME


Mírame, mientras despojo al sol de su corona incandescente,
la luna se marchita envuelta con sus pétalos nocturnos
y los amantes acobardados se escabullen entre las calles del miedo.

Mírame, mientras desvisto los valles de su verdor eterno,
la naturaleza es solo un remoto recuerdo profanado
y los canticos de los alebrijes se transforman en menguados ecos.

Mírame, mientras entierro en el pecho de los hombres la daga cruel de la avaricia,
los hermanos se matarán unos a otros
y no quedará nada más que el odio acumulado en  semilla.

Presentado en el Centro Cultural Xavier Villaurrutia
9 de marzo del 2013
 México Distrito Federal.

EL MUDO (CUENTO)





El Mudo, como solían llamarle creció en el caluroso puerto de Manzanillo. Era un tipo alto y delgado, caminaba algo chueco y llevaba siempre una mueca en la cara. Nunca tuvo un trabajo formal y la gente de la colonia lo empleaba para tareas de mantenimiento bastante sencillas. Un día se lo veía arrancando la hierba que crecía en el panteón y al día siguiente estaba pintando las casas de los vecinos, de este oficio tomó la costumbre de pintar sus huaraches con el color que estuviese trabajando, así que por las empinadas y empedradas calles  solían verse pisadas multicolores y la gente decía:
—Por aquí paso el mudo.

Aprendió a manejar la bicicleta para repartir tortillas, pero este trabajo le duró muy poco, pues no era bueno para llevar las cuentas y Don Esteban, un viejo malhumorado que vivía de su pensión siempre lo atarantaba con el “vuelto”.
El mudo creció en la colonia Bellavista, desde la cual podía verse el mejor atardecer en aquellos tiempos, cuando la laguna de Tapeixtle abarcaba casi todo el ancho de la bahía. Por las tardes se juntaba con sus hermanas y algunos amigos para ir a pescar a esta laguna. Por lógica no podía articular palabra, pero usaba una infinidad de ademanes y balbuceos para poder comunicarse. —“Gongon” me decía mientras acomodaba la atarraya dentro de su morral.

El Mudo me caía bien, salvo por aquella vez que con señas me llamó para enseñarme “algo” que tenía en una caja, de haber interpretado mejor sus movimientos hubiese sabido que me dijo —Hazte tantito para atrás, no te vaya a morder. Pero no, no lo hice, cuando abrió la caja saltó hacia mí un animal, mezcla de mapache y zarigüeya que ni tarde ni perezoso acomodó sus dientes en una de mis piernas. Ah que pinche mudo.

Una noche la casa de doña Hortensia empezó a incendiarse, los vecinos alertados ante tal situación empezaron a acarrear agua desesperados, parecían cucarachas en quemazón.          — ¡Ándale mudo, ayúdale a don “Cande” con los botes de agua. Le gritaron los vecinos , y en efecto, el mudo se acomidió a ayudar como buen samaritano, tomó uno de los baldes de agua que traía don Cande y a duras penas lo pudo levantar, se dio media vuelta solo para darle tremendo baño a doña Cuca, una octogenaria que tiempo después falleciera por una misteriosa neumonía.

— ¡Ay mudo!, Le dijo doña Cuca. —si quisiera bañarme… ¿Tú crees que andaría acarreando baldes de agua a media calle? Ah que pinche mudo.

Cierto día, según cuentan los vecinos se apareció en la colonia una camioneta de la que en aquellos tiempos se conocía como “Policia Preventiva” Estuvo rondando a vuelta de rueda por las calles, hasta que se toparon con el mudo. Uno de los uniformados se bajo del vehículo y le pregunto —Oiga “vale”, ¿No es usted el que andamos buscando? Y el mudo siendo mudo pues no pudo contestar. Se bajaron dos policías más, los hostigaron unos minutos y después  uno de ellos dijo: —Súbelo, ya dijo la palabra clave.
Y desde entonces nunca más se volvió a ver al Mudo. Ah que pinche mudo, que buenos recuerdos nos dejó.

Presentado en el Centro Cultural Xavier Villaurrutia
9 de marzo del 2013.
 México Distrito Federal.

viernes, 8 de marzo de 2013

GHOST BLUES


Empeñé mi fe por dos cigarrillos mientras tarareaba una canción de Rory Gallagher. La mañana está nublada, las calles se rompen en innumerables charcos, espejos mundanos buscando reflejar el cielo nublado.  La cruda me punza el cerebro y las nauseas vienen y van como la marea de mis venas.  El primer cigarro me cuenta algunos  versos que no podré recordar, se consume en los labios de un dios esclavizado evaporándose en espuma carbónica. Muevo la lengua dentro de mi boca para degustar el adulterado sabor a tabaco, enciendo el segundo cigarrillo que trato de mantener vivo el mayor tiempo posible, pero es en vano, el alquitrán arde demasiado rápido. El segundo cigarrillo ya está por extinguirse, una señora de largos vestidos interrumpe mis andanzas para preguntarme.
¿Alguna vez ha encontrado a Dios? 
No lo sé. Le contesté—. Pero si existe le vendo mi alma por dos cigarrillos. 
La señora me mira incrédula ante mi respuesta. 
¡Majadero! me grita al alejarse. 
Vieja idiota susurréJusto ahora le estoy haciendo los coros.

El durazno


(Parte 1)

En las lejanas tierras de oriente vivía un príncipe el cual habitaba un ostentoso palacio, lleno de jardines, fuentes y plazas de mármol. Enormes cúpulas de bronce cautivaban a los viajeros que divisaban esta hermosa construcción a lo lejos. El príncipe tenía cien concubinas, las cuales lo atendían diariamente en sus placeres carnales, jugueteaban en los jardines y degustaban los mejores banquetes del reino. No había más satisfacción para el príncipe que disfrutar de los placeres que los reyes le habían otorgado.

Cierto día se encontraba recostado en uno de sus jardines sobre el cual los duraznos empezaban a dar fruto. A lo lejos escuchaba a las concubinas que disfrutaban de un baño perfumado en una de sus fuentes. Divisó un fruto, pero este estaba demasiado alto, grito a sus sirvientes pero estos estaban demasiado ocupados preparando el banquete de la noche y no lo escucharon. 
— ¿Qué tan difícil puede ser conseguir un fruto? Se pregunto. —Siempre he tenido todo en mi mesa, no es necesario que manche mis ropas con esta insignificancia.
El príncipe se alejó, mientras caminaba pudo escuchar la voz picaresca del fruto que se reía de él. Volteó pero supuso que eran meras alucinaciones. Siguió caminando hasta adentrarse en el palacio tratando de borrar la voz de su cabeza.

En la cena el príncipe busco sobre la mesa algún fruto como el que él había visto, pero fue en vano, faisanes, exquisitas sopas y pescados preparados de cien maneras se mostraban frente a él, pero ningún platillo saciaba su sed de curiosidad. 
— ¿Qué tan difícil puede ser conseguir un fruto? Se volvió a preguntar.
En la noche, mientras trataba de conciliar el sueño percibió el aroma de los duraznos, sitió dentro de sí un golpe en el pecho, una mísera fruta había lastimado su orgullo y eso lo frustraba. Llevaba dentro de sí una herida secreta, una herida que sería motivo de burlas aún fuese un príncipe. Llegó la tarde del día siguiente, el príncipe ordenó se le dejara descansar en los jardines de los duraznos, una vez sintiéndose solo busco entre las ramas el fruto que tanto anhelaba, no podía alcanzarlo, busco alguna rama seca pero los jardines eran limpiados cuidadosamente. Decidió subir al árbol, resbaló en sus primeros intentos por culpa de sus zapatos de terciopelo, embravecido se los quitó y los arrojo tan lejos como pudo, se aferro con sus delicadas manos fuertemente hasta posarse sobre la primera rama, se paró sobre ella y se estiró a más no poder, tomó el fruto en sus manos  y lo arranco bruscamente, al instante la rama sobre la cual se apoyaba se rompió, el príncipe cayó al suelo dándose un duro golpe, sus ropas se habían desgarrado y sus manos y sus pies estaban laceradas por la corteza del árbol.
— ¿Qué tan difícil puede ser conseguir un fruto? Se cuestionó nuevamente mientras lo sostenía en su mano.
Su mejor amigo lo encontró en el suelo casi inconsciente, lo levantó hasta llevarlo a  sus aposentos, la servidumbre y sus concubinas estaban temerosas por la vida de su Señor. 

—No fue nada de importancia, es solo que el príncipe no está acostumbrado a realizar tan tremendo esfuerzo.
— ¡Un durazno, un mísero durazno! ¡Pero si aún no es temporada de duraznos! ¡Qué fruta más amarga fue causa de su desgracia! Pronunció el rey.
Todas estas conversaciones se desarrollaban en el pasillo acompañadas por la risa picaresca de sus concubinas. El príncipe escuchaba desde su cama y poco a poco su orgullo iba siendo pisoteado por las palabras y risas de sus allegados. Ordenó no se le molestara, aun se tratase de su padre, llamó a su mejor amigo, quien desde la infancia lo acompañaba como fiel escudero.
— ¿Que tan difícil es conseguir una fruta? Le pregunto.
— ¿Una fruta? Eso depende de dos cosas, del tiempo y del espacio.
— ¡Tu siempre con adivinanzas!
—No es una adivinanza, hay frutas que solo crecen en reinos lejanos y frutas que pueden crecer en tu jardín pero solo una vez al año. Contestó.
— ¿Y donde ha quedado?
— ¿La fruta? Tu padre le dio una mordida y la escupió en la cara de una de tus concubinas, después la arrojó tan lejos como pudo.
El príncipe miraba a través de su ventana, meditaba sobre su ser a más no poder. Al cabo de unos minutos volvió a preguntar.
—Esa fruta significaba mucho para mí, aun estuviese verde y amarga.
—Pero no era la mejor fruta para ti, en unas semanas podrás degustarlas hasta hartarte. 
—Pero entonces no sería lo mismo, llenaría mi paladar y no podría saborearlas por más que quisiera.
— Fue tu esfuerzo lo que la hizo única. Afirmo su amigo.
— Mi esfuerzo. Pronunció el príncipe mientras dejaba salir un suspiro. — Sentí lo mismo con mi vida,  las concubinas no me saben a nada, nunca guardaron secretos para mí, no conozco más que su apariencia física ¡Quien sabe cual amargas pueden ser en realidad! Son como duraznos puestos sobre la mesa y yo, yo soy como un animal al que se le da de comer en una jaula.




domingo, 3 de marzo de 2013

AÑOJO

CALIGRAMA




Embiste malherido contra la muralla del entretenimiento,
embiste desfalleciendo contra el eco de la muchedumbre,
embiste contra el frío acero forjado en cobardía.

Se desploman sus entrañas ardiendo al rojo vivo,
se desploma su cuerpo sobre un suelo ensangrentado,
se desploma junto a él otro poco de dignidad humana.

Sus ojos evocan verdes campos y amplias praderas,
sus ojos revelan el sueño perdido de un ternero,
sus ojos lastimeros son cubiertos con indiferencia.

Presentado en el Centro Cultural Xavier Villaurrutia
2 de marzo del 2013.
 México Distrito Federal.