
—¿Ya te vas? Me preguntó. Su voz era tenue pero ronca, bien podría ser una mujer con demasiadas flemas o un hombre tratando de afeminarla.
—Tengo que irme, salgo por la tarde de viaje. —Le contesté sin voltear la mirada. —Dijiste que iría contigo. Me respondió. No supe que decirle ante esa situación, pero ante mi breve lapso de silencio volvió a decirme. —Mejor vete de una vez, no se te vaya a arrugar la conciencia.
Salí de la habitación sin voltear, en la sala había infinidad de botellas vacías, tres o cuatro personas dormían con sus ropas manchadas con vomito. Abrí portón de la casa, el día me recibió nublado con numerosas charcas las calles. —Son como espejos mundanos. Pensé. Camine buscando la ruta más próxima a mi casa mientras mi conciencia se negaba a darme un veredicto.
Traté de buscar en mi memoria pero se me dificultaba demasiado. Recordaba a la chica de piel morena y pelo rizado que bailaba encantadora y al afeminado que me sorprendió con una charla sobre Herman Hesse. De ahí mi memoria se disolvía por las copas.
—Dame una señal, si de verdad hice lo que no debí hacer. Pregunté hacia mis adentros. Y sí, me lo dijo la lluvia.
Presentado en el Centro Cultural Xavier Villaurrutia
20 de abril del 2013
México Distrito Federal
No hay comentarios:
Publicar un comentario